Recorría aquel pueblo sin rumbo fijo, el cielo estaba encapotado, pero la claridad era indudable, no parecía que quisiera el cielo llover. El viento corría y arrastraba mi pelo hacia atrás, aireándolo. Angie estaba justo a mi lado, sonriente.
Las casas, los coches, el suelo… Todo parecía viejo, desgastado y sucio, aunque en realidad, me parecía bonito, ni siquiera sé el motivo. Las plantas se escapaban de los bordes de la carretera, y alrededor del pueblo, habitaba una gran masa espesa de flora espesa y verde brillante, junto con pequeña fauna, como pequeñas mariposas que revoloteaban por aquí y por allí.
El pueblo era pequeño, y las calles finalizaban cerca del comienzo de éste. Angie y yo pasamos junto a una bocacalle, yo iba distraída mirando el cielo y los edificios, tan grandes, que no pertenecían a ese lugar. Pasada la bocacalle, Angie me tiró fuertemente del brazo: ¡Nena! ¿No lo has visto? –Dijo de repente ella con su voz aguda, como suelo recordar siempre. Me quedé mirándola. No sabía a que se refería. -¿El qué? -Pregunté con curiosidad, ella meneó la cabeza, como diciendo que no tenía los pies en la tierra firme. Tiró nuevamente de mi brazo, y retrocedimos hasta la bocacalle, nos acercamos a un grupo de personas que estaban charlando animadamente, en los que no había reparado hasta ese momento.
Y lo vi, vi su larga melena, su camiseta con su dibujo de la calavera con el brote de cerezo, su sonrisa brillante, escuché su melodiosa voz… Estaba tan sorprendida y emocionada que apenas me podía mover. Alcé el brazo para saludarle, él me miró, abrió los ojos sorprendido, y su cara entera se convirtió en una sonrisa.
Quería acercarme, poder saludarle decentemente, y preguntarle qué tal todo, pero no podía moverme, el pánico había inundado mis músculos. Entonces, Angie empujó mis hombros hacia delante. Tal era mi conmoción que por poco caí de bruces contra el suelo, pero no fue así, porque él se adelantó a los acontecimientos, y agarró mi cintura para evitar que cayese. Me abrazó con delicadeza y añoranza, y me dedicó una sonrisa, esa sonrisa suya tan preciosa, con esos ojos color chocolate brillante…
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