Me había dicho tantas veces que tenía que decidirme por qué hacer con mi vida que ya nada tenía sentido. La repetición constante de esta pregunta había conseguido que careciera ya de sentido alguno puesto que cada vez que la planteaba estaba seguro de que sería la última vez que me la formularía, o al menos que durante una larga temporada no tendría que acudir a hacerme esta pregunta.
Los días se sucedían, caminaba indistintamente hacia arriba o hacia abajo; de ninguna manera alcanzaba una respuesta clara, solo sabía que la quietud era la perdición, si no estaba en movimiento era muy probable que muriese en algún momento. El movimiento avivaba la razón de mi existencia y la quietud ahondaba aún más en mi sentimiento de perdición, compañero mío a lo largo de toda mi infancia.
En este instante carezco de fuerzas para encontrar la verdad, las cosas se suceden por la inercia; ésta se alimenta de las fuerzas del exterior, de las energías que muchos tienen por cambiar la verdad inmutable por su verdad, bastante más maleable y volátil. Los días se suceden porque así está establecido, si no, creería estar viviendo el mismo día una y otra vez; una constante luz que refleja la actividad y la velocidad del tránsito humano hasta donde podemos ver, y apagada esta luz cegadora, la oscuridad, reflejo de la nada más absoluta, me recuerda que un amigo puede cambiar sobremanera de un instante a otro del día establecido. La noche me recordaba a una ensoñación en la que nosotros controlamos nuestros pensamientos al extremo, pensamos lo contrario al día y una vez acabado este, parece que no quisiéramos recordar nada de lo ansiado durante el instante de oscuridad. Cuando llega el día es hora de arrepentirse y ya la próxima noche volveré a cuestionarme cosas, que nuevamente me harán arrepentirme.
La noche está en plena oscuridad y por el contrario ahora lo veo todo más claro. Necesito salir de la rueda que gira y no me permite parar. Quizás deba pararme para comprender por qué me muevo, si no me detengo ni un instante llega un momento en el cual no sé ni porqué empecé a moverme. Aprovecharé esta noche para contrariar al día y por la mañana ya tendré tiempo de arrepentirme.
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